Siempre me ha causado curiosidad que la profesión de Arquitectura genere tanto entusiasmo, eso me llena de optimismo. Y es que para mí ser arquitecta va más allá de la capacidad de diseñar y/o construir un espacio. La arquitectura se nos mete a la cabeza, al cuerpo y al corazón; apenas ahora entiendo cuando mis profesores me decían “hay que comer arquitectura, caminar arquitectura, hay que vivir arquitectura” mientras yo volteaba los ojos, pensando que eran muy exagerados.
En definitiva, es una profesión que tiene que ver con todos los seres humanos, pues vivimos en el espacio, es en el vacío entre muros donde ocurre nuestra vida y el cual enmarca nuestras memorias y experiencias. Viéndolo así y solo así, entendemos la importancia de la arquitectura, con `a´ minúscula, porque finalmente, son esos espacios cotidianos los que nos hacen ciudadanos, los que de una forma invisible mejoran nuestra calidad de vida.
Es por eso, que sin importar el semestre en el cual haya tenido la oportunidad de enseñar, siempre llego con la intención de que mis estudiantes entiendan el sentido más profundo de lo que hacemos, que entiendan que cada decisión que tomamos tendrá un efecto en las personas que viven dicho espacio y que si nos vamos a una visión un poco extremista podríamos hablar de que cada decision de diseño que tomamos es un acto de micropolítica. ¿Qué pasa si hago una habitación sin ventana, o si decido que no va a haber privacidad en una vivienda?
Como en todo proceso creativo las preguntas son fundamentales porque nos hacen entender que hay diferentes soluciones, una infinidad en realidad, pero al final las respuestas las vamos encontrando de la mano de los usuarios y del entorno que rodea el edificio que estamos diseñando. Y entonces aquí entendemos la importancia de que la arquitectura se reencuentre con el ser humano, siempre me aterra cuando escucho colegas decir, “ese esquema de apartamento con dos habitaciones ya existe”, coartando toda posibilidad de exploración y de conexión con el usuario específico de un espacio, entendiendo que no siempre lo conocemos, pero sí permitiéndonos jugar, porque solo así podremos seguir revolucionando nuestra forma de vivir hacia una forma más coherente con los desafíos de nuestra época.
Ser arquitecta entonces, es dejar de lado el ego, entender que nuestra profesión debe servir al ser humano y por lo tanto estar pensado en coherencia con nuestro entorno,ya que cuidando nuestro entorno nos cuidamos a nosotros. Y es que finalmente entonces se trata de entender que hacemos parte de un todo.
Kommentare